Renta básica, poder popular
Begoña Arnaldes Alonso, Círculo de Sopela
La renta básica siembra su germen en una sociedad que aún no está preparada para asimilarla, a pesar de que el terreno de abono se nutre de su propio tejido social. El actual rechazo que genera en parte de la población viene de la mano de la propiedad privada, representada por la clase oligárquica, cuyas teorías han creado una sociedad donde se refleja el interés finalista y la manipulación para transmitir que la posibilidad de una renta que pertenezca, por el mero hecho de ser persona, no sea viable. La extensión popular de los privilegios de la élite acabó en nuestro país con la derrota de la II República y de la popularización del derecho a una vida digna, vivienda y trabajo. Pero, ¿y si fuera factible?
Un estado del bienestar margina la extrapolación de las clases sociales y sexos ofreciendo la posibilidad de que la Educación, la Sanidad, la Dependencia, las pensiones,….sean públicas y las mujeres, individuos de pleno derecho. La existencia de minorías en la Oligarquía está enmascarada con la inclusión de su servidumbre en la sociedad, aunque de manera aparente; el 20% de las rentas de trabajo suponen el 80% de la recaudación del IRPF en España. Las instituciones han convencido a la ciudadanía de que hay que trabajar para mantener al que tiene cargo, lanzando una campaña de degradación hacia unos derechos constitucionales que solo se utilizan como declaración de principios, pero que no tienen un desarrollo legal. La Democracia, bien entendida, permite igualarnos por arriba y para ello la renta básica es instrumento necesario para la madurez femenina, a la que venden un techo de cristal cuando en realidad el problema es el suelo de barro: los roles tradicionales que la marginan a la crianza y cuidados de un clan poderoso en un sistema de economía liberal.
La renta básica ni crea gente ociosa ni precisa de subida de impuestos para llevarla a la práctica, supone el retorno al orden natural de las cosas mediante, según demuestran estudios como los de Jordi Arcarons, Lluís Torrens y Daniel Raventós, la subordinación de las rentas de capital a los individuos emancipados de la sumisión a la clase oligarca. Permite el empoderamiento de la clase trabajadora y la independencia del patriarcado, luego es exponente de la feminización política porque eliminar pobreza supone recuperar igualdad y libertad.