Ira

Anna, Olivia y nuestra herencia cultural

Hace poco que  apareció el cadáver de una de las niñas más buscadas en España, Olivia. Nadie queríamos pensar en el desenlace de este caso tal y como ha sucedido en realidad; quizá el arrojo de la madre y el fuerte respaldo familiar y afectivo, en contacto permanente con los medios de comunicación y el apoyo en unas redes sociales que exhibían la imagen de las niñas jugando, inofensivas, felices, sin maldad, ha hecho que empaticemos con este caso de secuestro y asesinato por parte de una de las personas que más les tenía que proteger en el mundo: su propio padre.

Una vez aparecido el cadáver ha salido en tromba toda la mentalidad rancia del machismo intentando repartir la culpa entre ambos progenitores: él por asesino y ella por provocar su desesperación al rehacer su vida con otro hombre e integrando en la convivencia a las niñas. ¿Podíamos esperar otra cosa? Han sido cuarenta años de herencia franquista, décadas en que las mujeres no podían ejercer trabajo remunerado o abrir una cuenta corriente, donde el divorcio no existía y cuando existió, se inventó el mantra de la mujer mentirosa o loca. Años en que las niñas de la casa ayudaban a la madre y hacían la cama de los hermanos. Una época en que la mujer perdía su identidad y sus derechos al contraer matrimonio; no solo de cara a la ley, sino de cara a la sociedad, que la sometía al ostracismo más cruel si intentaba saltarse los cánones sociales de la época. No es extraño que de esas pautas tan rígidas y limitadas para la mujer, así como permisivas y privilegiadas para los hombres, la secuela en nuestros días sea ese machismo social que lleva interiorizado que la mujer pertenece al hombre; y en contrapartida, que el feminismo y la educación en igualdad desde el inicio de la escolarización no solo son malos, sino que arrebatan la potestad de padres y madres de educarles según sus creencias.

Ha salido sin pudor alguno a la palestra  toda la derecha de este país. Cuando aún no estaba ni la autopsia hecha. Diputadas de VOX haciéndoles el trabajo a sus hombres hablando de los asesinatos de mujeres a hombres, de que «el machismo no existe, existe la maldad»; y la política trasciende porque hay gente que no conoce los datos y lo repite. Javier Ortega Smith, ese que se queda lejos de las pancartas que protestan contra el terrorismo machista, dijo en su día que no existen datos de hombres asesinados a manos de mujeres porque no interesa esa estadística y eso es MENTIRA. Así se mata en España, trabajo del equipo de psicólogos de José Luis González, demuestra que los datos existen y que no es política sino ciencia: el primer informe de homicidios en España por parte del Ministerio de Interior, cuyo enlace dejo aquí. 👍

Harta de ver la hipocresía con la que se trata el tema en un país en que la igualdad entre sexos no existe, en que los hijos los crían las madres desde la cuna y la figura paterna «ayuda» aún en el siglo XXI, de que no entiendan que las custodias se concedan por el bien superior del o la menor y no porque ese hombre tenga derechos sobre sus hijas. Tomás Gimeno le confesó a un amigo que no quería que «sus» hijas se educaran con un viejo, en alusión a la pareja de la madre. La  cuenta de Twitter @AllikaPrieto perteneciente a un bufete de abogados de Bilbao, que llegó a asegurar que Tomás había hecho lo mejor para sus hijas Anna y Olivia.  Borró el tweet cuando se dio cuenta de que «a todo cerdo le llega su San Martín»; ala derecha lo incluyo:

 

 

 

Harta de ver cómo Begoña Villacís se emociona al ser preguntada por Anna y Olivia delante de la prensa porque es madre, pero ha colaborado a cortar de raíz los fondos que el ayuntamiento de Madrid concedía a las casas de mujeres maltratadas. De que un alcalde como Almeida prohíba la entrada a la ministra de Igualdad a un instituto al que había sido invitada acusándola de adoctrinar cuando en este país los únicos que han adoctrinado en los colegios han sido los curas y las monjas. De que VOX y PNV se posicionen en contra y el PP se abstenga en la votación  de la Ley de Protección a la Infancia, que eleva a 35 la edad desde la que empiezan a contar el plazo de prescripción de los abusos a menores, algunos cometidos por curas que han extendido desde el púlpito el  modelo de conducta de la mujer sumisa.

 

Muy harta de ver a presentadoras de programas enviar un editorial a Beatriz Zimmerman, madre de  Anna y Olivia,  animándola a vivir y proseguir acto seguido con la defensa de la ultraderecha que abandera el machismo y la desprotección a la infancia. Ana Rosa Quintana es un buen ejemplo.

Y como no, harta de que la iglesia católica se erija en ideóloga de las mujeres, como ha demostrado ya un sacerdote en Canarias culpándola de su asesinato. Por favor, no lo llamen crimen pasional o violencia doméstica; llámenlo terrorismo machista. Hasta Ortega Smith está haciendo lo que hacían los que no reivindicaban los atentados, poniéndose detrás de las parcantas. ¡Atención a lo que viene con la presencia de la ultraderecha!

 

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