Ira

La España real

Érase una vez un apuesto príncipe que saludaba desde el balcón junto a un dictador. El muchacho se había criado sin padres a su vera y se encontraba solo, muy solo. El dictador, consciente de que no iba a vivir toda la vida, decidió buscarle novia y la encontró en una joven España, a la que dicho caballero cortejó bajo la atenta vigilancia de su mentor. La muchacha, como tantas jóvenes inocentes y sin curtir, se dejó llevar por las apariencias y aceptó las escasas muestras de atención y lisonjas del apuesto muchacho, harta de vivir rodeada de hombres bajitos y morenos.

 

Deseosa de escapar del  entorno asfixiante y rígido que había vivido en casa hasta el momento, corría el año 1947, vio en aquel compromiso la llave de su libertad y aceptó ilusionada la propuesta de matrimonio con aquel príncipe alto y apuesto. Como todas las novias, años después se daría cuenta de que se casaba con él y con toda su familia.  

España, educada en el nacional-catolicismo, fue mujer sumisa y agradecida; jamás una mala palabra para un hombre que muchas habrían querido para sus hijas; y dentro de esa candidez e ignorancia, no hay que olvidar que la llave de la educación desde 1939 la tuvieron curas y monjas, se puso una venda en los ojos cuando su prometido acompañaba al dictador o aplaudía sus asesinatos desde el balcón. Le aceptó a él y a sus hijos porque a España le encantan los niños rubios y las princesas Disney. Y una vez casados, en noviembre de 1975, vino lo peor. 

Se empezó a codear con amigos poderosos, artífices directos o indirectos de su nombramiento, que le llenaron de prebendas a cambio de estabilidad política y dejarles hacer. Les obsequió con su campechanía, que era la única virtud que se había trabajado porque la erudición y la inteligencia han sonado pedantes en la España caciquil. Y España le ha defendido siempre, la tonta de ella, porque él era bueno; tan bueno era, el pobre, que su propio yerno le mangó en sus narices sin darse cuenta. Juan Carlos, sin ley de Transparencia en la Casa Real,  amasó una gran fortuna, entre otros gracias al petróleo árabe,  mientras la pobre España se desmayaba de hambre de Madrid para abajo. 39 años con él hasta que, harta de que no le dejaran opinar, de políticos que no valen para nada y periodistas que defienden el poder establecido, decidió votar escorando  a la izquierda un hipotético Parlamento, caso de producirse elecciones generales. Puede que un Borbón haya sido el daño colateral, porque se han apresurado a presentarnos a Felipe VI antes de que la ley de abdicación tenga que aprobarse por mayoría absoluta de un Congreso hostil, pero yo espero que ya haya aprendido que no hay que dejarse mangonear, ni manosear, ni dejar que decidan por ti, que hasta te obligan a parir un hijo enfermo que puede durar dos años. España, estás arruinada con una deuda del 94% del PIB y te venden a trozos hasta tal punto que ya no eres marca sino franquicia. Felipe tiene una hermana a la que todo esto hay que explicárselo muy despacio para que lo entienda. A otros, para no herir sensibilidades, como si fuera un cuento.

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